Nunca fue demasiado
aficionado a los viajes.
Cualquier cambio en su
rutina calculada casi al milímetro le generaba tal cantidad de estrés que
prefería permanecer en su pequeña ciudad aún sabiendo la cantidad de maravillas
que se perdía por su obstinada voluntad de no desplazarse a ningún sitio.
Le agradecí no hace
mucho tiempo desde este mismo foro de opinión que por lo menos no hubiese
dejado de lado su conocida pasión por el equipo de fútbol del lugar de su
ciudad adoptiva y siguiera acudiendo cada quince días al estadio de Pasarón a
sufrir, vibrar y apoyar al Pontevedra CF como viene haciendo desde hace ya
varias décadas.
Elegante, señorial y
circunspecto el Doctor Jekill comprobaba como en casa su equipo era capaz de
batir a equipos tan cualificados como el Fuenlabrada, ganar sin complicarse la
vida a rivales directos como el Racing o el Cerceda o competir aún sin el
premio del triunfo con otras escuadras tan potentes como las del Celta B.
Una vez presenciado el
partido de turno abandonaba su asiento con la misma discreción con la que lo
había ocupado para regresar a sus quehaceres cotidianos casi siempre envueltos
en probetas o frascos de diferentes tipos con líquidos de todos los colores en
su interior.
Sin embargo, la
situación de su equipo fuera de casa no mejoraba y un par de resultados
negativos en Pontevedra provocaron que la situación clasificatoria pasase de
preocupante a casi desesperada.
Fue en ese momento,
tras el empate ante la Ponferradina, cuando el tímido y solitario Doctor,
llevado por un impulso irresistible, tomó la decisión de desplazarse a los
estadios en los que el equipo jugaría sus partidos como visitante para apoyar
aunque fuera en silencio y sólo con su presencia a esos jugadores en cuyas
botas se encontraba el destino a corto plazo de la entidad.
Le habían contado que
fuera de casa el Pontevedra se transformaba. Que no era él mismo. Que le
resultaba imposible dejar la puerta a cero y todavía mucho más hacer goles.
El Doctor escuchando
los relatos de aquellos pocos que sí acudían a esos encuentros lejos de casa se
imaginaba a su equipo con la faz de ese personaje que sólo él sabía que existía
pues nació fruto de sus experimentos secretos con brebajes sacados de fórmulas
contenidas en las páginas de libros antiquísimos.
Hyde. Sí, Hyde.
Ese
personaje desaliñado, indisciplinado, egoísta y peligroso parecía adueñarse del
Pontevedra CF cada vez que su autobús abandonaba la ciudad y a esa
circunstancia había que ponerle coto de manera inmediata.
Sin embargo, otro inconveniente
vino a añadirse a la situación peliaguda del Pontevedra fuera de casa.
Ya sentado en las
gradas de la ciudad deportiva de Abegondo a la que había acudido armándose de
todo su valor y una vez presenciada la primera parte de aquel choque, una
llamada inesperada de su fiel ama de llaves de la mansión en la que vivía
comunicándole un problema de urgente resolución le hizo despedirse con
antelación de aquel encuentro y enterarse ya de vuelta de la derrota tras una
segunda parte otra vez muy floja.
Lejos de amilanarse y
rectificar su voluntad de embarcarse en todos los viajes que al club le
quedaban hasta final de Liga, el Doctor tomó junto a sus asistente todas las
decisiones necesarias para que ningún imprevisto le impidiera presenciar entero
el siguiente partido de los suyos que sería en Navalcarnero.
Y sí. Ese día lo vio
todo. Con ese porte imponente y distinción exquisita con la que la Naturaleza
solo dota a unos pocos, el Doctor Jekill comprobó como el Pontevedra volvía a
ser capaz de ganar fuera de casa “soltando” un partido muy bueno en aquella
villa madrileña sin que hiciera acto de presencia el corrosivo Mr Hyde y
ninguna otra circunstancia pudiera impedir la victoria pontevedresa.
Como no podía ser de
otra manera, ayer en Valladolid también estaba el Doctor sufriendo y viviendo
el choque con varias decenas de aficionados que ya habían acudido a
Navalcarnero y que tan importantes han sido para que todo saliera bien
transmitiendo un apoyo impagable a sus jugadores.
No podemos engañarnos.
Tanta era la
trascendencia del partido de ayer, tan buena la racha del equipo rival que
acumulaba doce partidos sin perder y tan igualado y emocionante resultó el
final del encuentro que el impoluto peinado del Doctor acabó realmente dañado
por la tensión del momento y que su “rictus” habitualmente serio y un poco
huraño se transformó durante unos minutos en un rostro sonriente y aliviado. Incluso
hay quien dice que se le vio saltar abrazado a un par de aficionados
pontevedreses para celebrar la consecución de unos puntos vitales que no
aseguran nada todavía pero que nos colocan en una situación mucho más
desahogada que hace tres o cuatro semanas en las que el agua amenazaba con
cubrir el cuerpo granate hasta no dejar ni un solo pelo en la superficie.
Imagino en este mismo
instante al renovado Doctor Jekill preparando el viaje a Segovia y fantaseando
con la posibilidad de otra victoria que nos pondría la salvación al alcance de
la mano.
A buen seguro estará
lamentándose de las dos bajas importantes con las que vamos a contar para una
nueva final por la expulsión de Alex González y la lesión de Darío Flores.
Sin embargo, también
estoy convencido de que con su presencia y no con la de ese entrometido y
bullanguero de Mr Hyde el Pontevedra podrá volver a protagonizar otro partido
ordenado y dar otro paso de gigante para apagar este fuego del descenso que ha
conseguido preocupar hasta al flemático y aparentemente impasible Doctor
Jekill.
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