lunes, 12 de marzo de 2018

Errores que nos siguen matando


El equipo estaba jugando la segunda parte que debía y que más convenía. Con 0-1 arriba lo suyo era soportar el arreón inicial del Coruxo y así lo hizo sin excesivos agobios, incluso Mouriño tuvo en una jugada aislada la opción de hacer el segundo pero su remate resultó demasiado centrado.

Luego, tras el ímpetu del rival, tocaba cortarle el ritmo y parar el choque las veces que fuera posible. Así también se hizo y no siempre por atenciones buscadas sino también por la dureza indudable de un Coruxo que se cansó de repartir estopa en varias fases de partido. En ese sentido, la no expulsión de Mateo resulta incomprensible. Si la entrada que este jugador realizó a León en la primera mitad era más naranja oscura que amarilla, el codazo propinado a David Goldar en los albores del segundo tiempo era merecedor sin discusión alguna de una segunda amarilla que nunca llegó.

Se adormeció, decía, el partido con ese oficio que tantas veces hemos echado en falta fuera de casa y se defendió con orden el balón parado del conjunto local que apenas hacía daño en esa faceta del juego. Quizá (o sin quizá) faltó más tranquilidad y tomar mejores decisiones en las opciones que se tuvo de salir a la contra en la que abusamos de conducciones absurdas sobre un césped henchido de agua y carecimos de concreción y practicidad a la hora de aprovechar esos contragolpes para sentenciar. Se llegó así al  tramo final de partido con un Coruxo sin ideas y en el que sólo un error individual podía tirarnos a la lona.

Y ese error que tanto temíamos llegó como tantas otras veces esta temporada. Un saque de esquina botado por el Coruxo hacia el segundo palo y un rechace deficiente de cabeza de Goldar permite a un jugador vigués controlar la pelota en el corazón del área, fusilar a Edu y apuñalar con una daga helada y cruel las ilusiones granates de conseguir una victoria crucial.

Antes se había jugado una primera parte en la que sufrimos mucho al principio y en la que volvió a aparecer “en grande” nuestro capitán para sacar un par de balones de mucho peligro y mantener a flote a sus compañeros.
Y en la que también cerca del descanso apareció Eder en una acción en la que estuvo más listo que nadie para conseguir meter el pie con inteligencia y rapidez tras un rebote y enviar la pelota lejos del alcance del guardameta vigués.
Era el primer gol importante (que en caso de victoria hubiera resultado trascendental) de Eder con el Pontevedra y ojalá no sea el último pues necesitamos la ayuda de todos y cada uno de los jugadores granates para librarnos de una posible condena que no merece ni esta institución ni esta afición, acostumbrada por desgracia a sufrir con su equipo y a recibir contadas alegrías en las últimas décadas.

Ese gol del delantero llegado en el mercado de invierno no fue suficiente por esa falta de contundencia puntual en esa maldita jugada que echó por tierra gran parte del trabajo de todo el equipo (incluido el propio Goldar que hasta ese momento había cumplido con eficacia su labor y del que me duele especialmente ese error pues su compromiso con la causa no ofrece duda alguna) y que nos sitúa en posición de descenso directo a falta de nueve estresantes jornadas para el final.

Como se esperaba tanto Valladolid como Racing de Ferrol ganaron sus encuentros en casa y como también era fácilmente deducible la Segoviana perdió el suyo fuera contra el R.Majadahonda.
Lo que nadie podría haber pronosticado ocurrió, sin embargo, en Toledo y el equipo local dilapidó un 2-0 frente al desahuciado Cerceda para acabar perdiendo por dos goles a tres en la última jugada del partido.

Así las cosas, nos encontramos un grupo de seis equipos en un auténtico pañuelo de tres puntos que induce a pensar que la fase final de la temporada resultará especialmente dramática para los conjuntos en liza.
Tres de ellos darán con sus huesos en tercera, un cuarto se verá abocado a disputar una promoción de altísimo riesgo y los dos restantes se salvarán de la quema y permanecerán en la categoría.

No puedo dejar de confesar que una vez terminado el partido de O Vao con ese gol a última hora que me dejó helado y con más cara de idiota de lo habitual, no encontraba muchas salidas para ser optimista y seguir creyendo en que se puede evitar este drama deportivo.
Sin embargo, un día después de que nos cayera un nuevo jarro de agua fría sobre la cabeza, prefiero observar la botella medio llena y no dejarme llevar por el pesimismo más descarnado de los que ahora sí se ven cerca del abismo pero se reían de aquellos que llevamos meses diciendo que esto podía acabar muy mal.

Es precisamente por eso (porque ya intuíamos que nuestro sino este año sería padecer hasta el final) por lo que me niego a arrojar la toalla y pensar que no hay solución para evitar el descalabro.
No es hora ya de recordar si los resultados fuera son calamitosos y los de casa más esperanzadores.

Lo que toca ahora es afrontar cada partido como una entidad independiente del resto y que el equipo dirija todos sus sentidos y esfuerzos al partido que toque cada fin de semana.
El que vendrá el Domingo en casa será el de la Ponferradina. Y de nuevo la copa Federación se inmiscuye en medio de la semana para provocar un desplazamiento a la otra punta de España y distraer al equipo del único objetivo real que deberíamos tener que no es otro que evitar el descenso y preparar con mimo esa nueva final con el equipo berciano.

El partido de Coruxo no solo deja la herida del empate a última hora sino también la sanción por amarillas de León, la lesión de Nacho López y el maltrecho estado físico de un capitán cuya presencia se me antoja imprescindible en estos nueve partidos que faltan.
A pesar de todo, el Domingo deberán salir al campo once hombres dispuestos a ponerse a los remos de esta galera para dejarse hasta el último gramo de su fuerza en el empeño de lograr los tres puntos.

No es tiempo de tibios, miedosos o “pasotas”.

Ahora hay que poner fútbol, entrega y vergüenza tal y como se hizo ante el Coruxo a pesar de ese dichoso error que tan caro nos costó.
Estamos a tiempo y la próxima jornada (como diría Diego de Alatriste) “no quedará sino batirnos”.
Yo estaré allí y volveré a sufrir como un perro arrinconado. No lo haré por los del césped ni por los de los despachos.
Lo haré por este escudo que tanto me ha dado y que tanto me sigue proporcionando y por ese sentimiento irracional y absurdo para muchos  pero maravilloso y especial para otros tantos entre los que me encuentro que se llama Pontevedra CF.

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