Había que ganar para seguir
vivos.
Sin ambages. Sin matices de ningún tipo.
O se sacaban los tres puntos en
casa frente al Talavera o el descenso adquiriría ya el carácter de virtual.
Y la tarde decidió engalanarse
para la ocasión con el traje adecuado para la cita. Ropajes compuestos por
nubes negras, negrísimas; frío; viento fuerte y racheado, lluvia atemporalada y
una oscuridad inquietante más propia de la previa de un funeral deportivo que
de una fiesta futbolística.
En el once inicial granate nuevos
cambios con respecto a la jornada anterior especialmente en el medio centro.
Tanta variación en esa ubicación del terreno de juego hace pensar a veces en
una bolita blanca girando en una ruleta hasta posarse lentamente en el dorsal del
jugador agraciado con la titularidad.
En el día de ayer, Jesús Barbeito
que había sido titular en los dos últimos partidos pasaba a formar parte de la
grada sin pasar por el banquillo. Y Alex Fernández hacía el mismo recorrido en
sentido inverso.
Junto al corajudo Fernández,
Kevin completaría el medio campo con Añón a la derecha, Alex Glez a la
izquierda y Mouriño por detrás de Eder.
En defensa, por el contrario, el
equipo no presentaba novedades importantes y Flores, León, Juan y David Castro
formaban en defensa de cuatro con el objetivo de no dar facilidad alguna a sus
rivales.
Y el partido comenzó a juego con
el paisaje tenebrista que coloreaba el ambiente y que habría firmado el
mismísimo Caravaggio.
Los dos conjuntos se medían sin
propinarse puñetazo alguno (al margen de los malos modos del delantero centro
talaverano que trataba de aguar la fiesta a los centrales granates) hasta que
poco después del minuto diez Adríán Mouriño comenzó fraguar el que sería su
mejor partido en mucho tiempo con la camiseta pontevedresa.
El “barrilete” granate se hizo
con una pelota en lateral derecho del área contraria para con habilidad ganar
la posición del defensa que le encimaba y entrar en el área hasta caer al suelo
por la acción del superado jugador blanquiazul.
¿Penalti claro? ¿Penalti Light?
Eso era lo de menos. Lo importante es que fue señalado y lo todavía más
esencial es que a David Añón no le temblaron las “meninges” a la hora de
hacerse con el cuero, colocarlo en el punto fatídico y enviarlo al fondo de las
mallas engañando por completo al meta rival.
Casi sin solución de continuidad
y con el Talavera todavía afectado por el primero, un balón suelto es
aprovechado otra vez por Mouriño para superar a una despistada y floja defensa
visitante, penetrar por el mismo lado del área en la que se cometió el penalti
y ceder un balón venenoso a Eder que sin portero enfrente sólo tuvo que empujar
la pelota para hacer el segundo.
Todo habría resultado más poético
y maravilloso si con ese 2-0 los cielos se hubieran abierto y los rayos de sol
iluminado el ex vetusto Estadio de Pasarón para celebrar esa confortable
ventaja que hacía pensar que el equipo iba a seguir vivo una jornada más.
Lo cierto es que no fue así. El
viento siguió soplando, la lluvia siguió cayendo y las nubes negras se tiñeron
de un negro todavía más oscuro pero la luz que no apareció en el firmamento si
se hizo presente en las caras tanto de los jugadores locales como de los
aficionados que respiraron aliviados ante el cariz que había tomado el partido.
Es cierto que a partir de ahí el
Pontevedra apenas apareció en ataque en el resto de la primera parte y que el
Talavera intentó estirarse penetrando como ya es habitual por el costado
derecho de nuestra defensa, flanco por el que las ayudas defensivas volvían a
brillar por su ausencia.
No obstante, la ocasión de oro
para el equipo castellano llegó desde el otro lado y fue desbaratada por un Edu
Sousa colosal que en un alarde de reflejos despejó con una pierna el remate a
bocajarro de un atacante talaverano provocando los aplausos de un público que
ya se lamentaba por lo que parecía un 2-1 irremediable.
Tras el descanso la primera
sorpresa vino motivada por el primer cambio visitante. Su ariete, Espinar, que
había demostrado pelea y capacidad para estorbar el trabajo de Darío Flores y
León dejaba su puesto a un compañero menos tanque y con más capacidad de movimiento
pero menos mala leche que el sustituido.
El Pontevedra empezó esa segunda
parte tratando de mandar y con la defensa bastante adelantada dadas las
circunstancias que en ese momento reinaban en el choque. Sin embargo, el
Talavera pronto se hizo con la posesión de la pelota y trató de presionar más y
mejor a los jugadores granates. Fueron minutos difíciles en los que el conjunto
rival parecía crecer de la mano de su mediocentro Quaye que corría, recuperaba
e incluso distribuía para hacer jugar a sus compañeros.
También es cierto que en esa fase
del partido Adrián Mouriño (que a diferencia de otras ocasiones no decayó en su
trabajo por cuestiones físicas) pudo hacer el tercero en una jugada maravillosa
en la que se revolvió en la frontal con mucha clase y envió un gran zurdazo al
larguero de la portería castellana.
Aún así el Talavera parecía
mejorar y sin que realmente existiera un peligro real sobre el área de Edu sí
daba la impresión que un gol visitante podría generar un auténtico estado de
nervios en el Pontevedra.
En ese instante, mediada la
segunda parte, llegó la segunda sorpresa y también por parte del Talavera. El
entrenador decidía mover ficha y hacer el segundo cambio y el elegido para
marcharse fue ese jugador de raza negra, Quaye, que estaba en ese momento
siendo el mejor jugador de su equipo.
El primer
cambio granate realizado poco después contenía igualmente su dosis de incredulidad al decidir Luismi sustituir a
Alex Fernández por el “reaparecido” Jimy.
Ese cambio supuso de una tacada
el cambio de posición de dos jugadores granates, Adríán León de la defensa al
medio centro y David Castro del lateral al central.
Y ahí llegó una de las buenas noticias del
partido (al margen evidentemente del resultado).
El de Ponteareas que había sido
sustituido a petición propia las dos semanas anteriores por no encontrarse
todavía con el ritmo físico adecuado, completó en el día de ayer uno de sus
partidos que en él son habituales corriendo, presionando y empujando hasta el
pitido final del colegiado.
Si en estos seis últimos
encuentros necesitaremos sin lugar a dudas la mejor versión de cada jugador,
ayer Kevin se pareció de nuevo a esa máquina de trabajar y tapar espacios de
costumbre y es de esperar que su rendimiento en este tramo final le venga de
perlas a sus compañeros.
Es verdad que todo pudo
complicarse si el Talavera llega a transformar la única ocasión de gol de la
que disfrutó en los segundos 45 minutos. En realidad, el que estuvo a punto de
marcar en propia meta fue Darío Flores que en un intento de despeje envió la
pelota a su propio larguero dando un susto considerable a todos los allí
presentes.
Y así se llegó a los últimos diez
minutos de juego. En ese punto Luismi decidió mover otra ficha y sustituir a un
Alex Glez (más gris de lo habitual en ataque pero más disciplinado en el
trabajo para el equipo al no desfondarse con ese sistema de carrileros largos
de otras ocasiones) por Jorge Hernández.
Tengo que confesar que no ver a
Jorge en el once inicial cuando está disponible siempre me llama la atención.
A pesar de su irregularidad, de
sus “guadianescas” apariciones, considero a este jugador como uno de las pocas
piezas ofensivas granates capaces de hacer algo diferente.
En honor a la verdad, en el día de ayer el jugador que ocupó su puesto
fue el mejor del partido pero a priori, insisto, cuando Jorge no juega siempre
arqueo con escepticismo las cejas en un mohín de clara incomprensión.
Ayer el ex del Alcoyano nada más
salir marcó el gol de la temporada. Se hizo con un balón en tres cuartos; se
deshizo de dos jugadores contrarios con sendos regates preciosos para entrar en
el área; se zafó por velocidad de un tercero ya en zona caliente y fusiló con
clase en disparo cruzado al arquero logrando un tanto extraordinario que además
proporcionaba la total tranquilidad y alivio a la familia granate que con ese
3-0 pudo empezar a pensar ya en el Navalcarnero.
Es una pena que este hombre
“destape el tarro de las esencias” a cuentagotas porque cuando lo hace es una
delicia verle jugar.
Poco minutos después también tuvo
tiempo Jorge para coger otro balón en el área rival, girarse y meter un centro
al primer palo aprovechado por un Eder más despierto y atento que los defensas
manchegos que convirtió de cabeza su segundo gol de la tarde y tercero en Liga.
El primer paso absolutamente
obligatorio para evitar el desastre se ha dado con autoridad en el día de ayer.
El segundo no va a ser por
desgracia nada pero que nada fácil. El antipático campo del Navalcarnero
(metido de lleno en la lucha por el play off de ascenso) nos espera en nueve
días.
No estará (mal día para una
ausencia de un jugador de su envergadura) David Castro que vio la quinta
cartulina amarilla. Será un choque preñado de juego aéreo y segunda jugada en
la que posiblemente echemos de menos el 1,90 de este jugador que sigue
cumpliendo con creces desde que la discutible gestión deportiva de toda esta
temporada le ha colocado con una responsabilidad que al igual que los Barbeito
seguramente no esperaba.
Pero esa será otra batalla para
la que habrá que armarse con uñas y dientes pues no se puede dejar de lado
cualquier opción de lograr tres puntos que nos recubran el organismo de oxígeno
y tranquilidad.
Ese objetivo, lograr tranquilidad
y unión total para afrontar este tremendo reto que tenemos por delante, se
dificulta muchísimo con actitudes que este atribulado bloguero ha podido ver en
el campo de Pasarón.
Que una pequeña parte de
aficionados del fondo Norte exhorten al Consejero Feans con un cántico con
insulto incluido a abandonar Pasarón no beneficia en absoluto al Pontevedra CF
y los insultos jamás pueden ni defenderse ni justificarse.
Ahora bien, que el destinatario
del improperio no sepa cual es su lugar, no sea capaz de entender el cargo que ocupa
en una entidad con casi ochenta años de historia y no sepa estar a la altura de las
circunstancias y opte por responder a este grupúsculo con saludos irónicos y cuasi
burlescos calentando todavía más los ánimos pone bien a las claras que cuando
un equipo como el nuestro está como está no es fruto de la casualidad y que
muchas cosas se tienen que hacer muy mal para estar a un paso de la tercera
división.
Pedir unión en estos momentos tan complicados
está muy bien y resulta obligado pero si desde dentro no se predica con el
ejemplo es probable que nos siga yendo tan mal como hasta ahora.