Reconozco que durante
medio segundo, sólo medio segundo, pensé que todo podía irse al traste y el
trabajo efectivo de todo un partido explotar destrozado por los aires.
Solo fue ese medio
segundo y cuando regresó mi cordura el jugador del Guijuelo destinado a botar
el saque de esquina todavía no había llegado al banderín. Apreté la radio un
poco más fuerte y esperé a que se lanzase el córner sin consecuencias y se
consumase una victoria importante lejos de nuestra casa.
Lo que pasó después ya
lo conocen los seguidores granates y constituyó una nueva puñalada trapera para
las ilusiones y la confianza de la masa social de la entidad.
Que nos remonten un
partido en el que se ganaba cero a tres en el minuto 76 resulta frustrante. Que
esa remontada llegue cuando en el 91 todavía se ganaba por un tanto a tres ya
pasa a ser desquiciante.
Y después de ver cómo
llegan los dos últimos goles del rival, esa frustración y desquiciamiento no
puede sino convertirse en perplejidad y enfado ante las facilidades gigantescas
proporcionadas por nuestros jugadores para qué esta situación absurda se haya
podido producir.
El segundo tanto
salmantino llega a consecuencia de un centro desde la izquierda realizado sin
oposición que remata el delantero centro del Guijuelo completamente libre de
marca cuando a esas alturas deberíamos estar defendiendo nuestro área con uñas,
dientes y hasta mordiscos si fuera necesario.
No obstante, las dosis
mayores de asombro llegan cuando en el resumen del encuentro podemos ver la
forma en que llega el remate que acabó por hundirnos el partido y dejarnos (por
lo menos a los aficionados a los que todavía nos importa esto) con esa cara de
eso que se imaginan mientras refrenábamos nuestras ganas de estampar la radio
contra la pared más cercana.
El centro viene
bombeado y muy llovido (más difícil para encontrar un remate dañino) y
encuentra la cabeza de Jonathan Martín que supera con dificultades el 1,70 pero
que casi no tiene ni que levantar los pies del suelo para conectar la cabeza
con el esférico. Su remate sale medio en globo en dirección a la portería y
supera a nuestro portero para alojarse en las redes de la portería y colocar un
alucinante 3-3 en el marcador que tres o cuatro minutos antes parecía una
quimera.
De esta manera tan desastrosa
y negligente terminaba un partido en el que el Pontevedra, es cierto, aprovechó
en sus dos últimos goles errores graves del rival pero en el que contó con
ocasiones más que de sobra para hacer más tantos evitadas por las grandes
intervenciones del portero chacinero.
No es ni mucho menos
fácil llegar a este campo y ponerse cero a tres arriba de manera contundente e
inapelable y resulta incomprensible como se puede tirar por el sumidero una
victoria a la que el equipo se había hecho más que merecedor hasta el minuto
91.
No entra en cabeza más
o menos racional (al igual que sucedió en Ponferrada donde se defendió de
manera penosa el segundo palo la falta que provocó nuestra derrota en la última
jugada) como se pueden defender con esa parsimonia, ligereza y falta de
agresividad y atención las jugadas que propician los dos últimos goles del
Guijuelo.
Son muchas esta
temporada las veces que nos hemos mostrado como pajes de los Reyes Magos y Papá
Noel regalando goles increíbles y en momentos en los que ya nada se podía
rectificar.
Toledo, Ponferradina,
Deportivo B e incluso Cerceda o Talavera saben ya de la flojedad granate en los
tramos finales de los partidos y su tendencia a cometer errores de parvulario
que llevan a la desesperación a la afición pontevedresa pero resulta
especialmente dolorosa esta situación en días como ayer en el que el Pontevedra
fue mejor y debió ganar el partido sí o sí fruto de su buen trabajo hasta la
llegada del descuento.
Se escapan dos dolorosísimos
puntos más que aún por encima permanecerán en la “buchaca” mental de los
jugadores cada vez más repleta de errores inexplicables en las que han sido
incapaces de decir “ aquí estoy yo” para sacar adelante partidos que ya
parecían ganados.
La Liga sigue avanzando
y con esta generosidad que desplegamos con nuestros rivales la situación no se
alivia para el Pontevedra CF.
Llegan ahora dos
partidos seguidos en casa frente a los dos últimos de la clasificación. Habrá
que luchar contra ellos evidentemente y tratar de ganar para respirar en la
tabla y no complicarnos todavía más la existencia.
Lo peor es que además
de pelear y tratar de doblegar la resistencia del contrario, deberemos combatir
también contra nuestra impresentable tendencia de sacar una pistola y
dispararnos en el pié cuando la meta se encuentra a escasos centímetros.
Lo de ayer fue otra vez
lamentable y por mucho que se intente explicar por los protagonistas no tiene
justificación plausible.
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