martes, 21 de noviembre de 2017

Otra puñalada

Reconozco que durante medio segundo, sólo medio segundo, pensé que todo podía irse al traste y el trabajo efectivo de todo un partido explotar destrozado por los aires.
Solo fue ese medio segundo y cuando regresó mi cordura el jugador del Guijuelo destinado a botar el saque de esquina todavía no había llegado al banderín. Apreté la radio un poco más fuerte y esperé a que se lanzase el córner sin consecuencias y se consumase una victoria importante lejos de nuestra casa.
Lo que pasó después ya lo conocen los seguidores granates y constituyó una nueva puñalada trapera para las ilusiones y la confianza de la masa social de la entidad.
Que nos remonten un partido en el que se ganaba cero a tres en el minuto 76 resulta frustrante. Que esa remontada llegue cuando en el 91 todavía se ganaba por un tanto a tres ya pasa a ser desquiciante.
Y después de ver cómo llegan los dos últimos goles del rival, esa frustración y desquiciamiento no puede sino convertirse en perplejidad y enfado ante las facilidades gigantescas proporcionadas por nuestros jugadores para qué esta situación absurda se haya podido producir.
El segundo tanto salmantino llega a consecuencia de un centro desde la izquierda realizado sin oposición que remata el delantero centro del Guijuelo completamente libre de marca cuando a esas alturas deberíamos estar defendiendo nuestro área con uñas, dientes y hasta mordiscos si fuera necesario.
No obstante, las dosis mayores de asombro llegan cuando en el resumen del encuentro podemos ver la forma en que llega el remate que acabó por hundirnos el partido y dejarnos (por lo menos a los aficionados a los que todavía nos importa esto) con esa cara de eso que se imaginan mientras refrenábamos nuestras ganas de estampar la radio contra la pared más cercana.
El centro viene bombeado y muy llovido (más difícil para encontrar un remate dañino) y encuentra la cabeza de Jonathan Martín que supera con dificultades el 1,70 pero que casi no tiene ni que levantar los pies del suelo para conectar la cabeza con el esférico. Su remate sale medio en globo en dirección a la portería y supera a nuestro portero para alojarse en las redes de la portería y colocar un alucinante 3-3 en el marcador que tres o cuatro minutos antes parecía una quimera.
De esta manera tan desastrosa y negligente terminaba un partido en el que el Pontevedra, es cierto, aprovechó en sus dos últimos goles errores graves del rival pero en el que contó con ocasiones más que de sobra para hacer más tantos evitadas por las grandes intervenciones del portero chacinero.
No es ni mucho menos fácil llegar a este campo y ponerse cero a tres arriba de manera contundente e inapelable y resulta incomprensible como se puede tirar por el sumidero una victoria a la que el equipo se había hecho más que merecedor hasta el minuto 91.
No entra en cabeza más o menos racional (al igual que sucedió en Ponferrada donde se defendió de manera penosa el segundo palo la falta que provocó nuestra derrota en la última jugada) como se pueden defender con esa parsimonia, ligereza y falta de agresividad y atención las jugadas que propician los dos últimos goles del Guijuelo.
Son muchas esta temporada las veces que nos hemos mostrado como pajes de los Reyes Magos y Papá Noel regalando goles increíbles y en momentos en los que ya nada se podía rectificar.
Toledo, Ponferradina, Deportivo B e incluso Cerceda o Talavera saben ya de la flojedad granate en los tramos finales de los partidos y su tendencia a cometer errores de parvulario que llevan a la desesperación a la afición pontevedresa pero resulta especialmente dolorosa esta situación en días como ayer en el que el Pontevedra fue mejor y debió ganar el partido sí o sí fruto de su buen trabajo hasta la llegada del descuento.
Se escapan dos dolorosísimos puntos más que aún por encima permanecerán en la “buchaca” mental de los jugadores cada vez más repleta de errores inexplicables en las que han sido incapaces de decir “ aquí estoy yo” para sacar adelante partidos que ya parecían ganados.                
La Liga sigue avanzando y con esta generosidad que desplegamos con nuestros rivales la situación no se alivia para el Pontevedra CF.
Llegan ahora dos partidos seguidos en casa frente a los dos últimos de la clasificación. Habrá que luchar contra ellos evidentemente y tratar de ganar para respirar en la tabla y no complicarnos todavía más la existencia.
Lo peor es que además de pelear y tratar de doblegar la resistencia del contrario, deberemos combatir también contra nuestra impresentable tendencia de sacar una pistola y dispararnos en el pié cuando la meta se encuentra a escasos centímetros.

Lo de ayer fue otra vez lamentable y por mucho que se intente explicar por los protagonistas no tiene justificación plausible. 

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