lunes, 17 de abril de 2017

Bochorno insoportable y resurrección de rivales

La errática y mediocre singladura del Pontevedra CF por los diferentes estadios (o algo parecido en algunos casos) de la categoría alcanzó su colofón vergonzoso en el terreno de juego del Somozas.
No es ya que la derrota ante un equipo descendido (y que se arrastró en Barreiro hace siete días) resulte dificilmente comprensible para cualquier aficionado granate sino que la forma en la que se produjo, contundente y sin paliativos, deja prácticamente sin argumentos a aquellos que todavía pretendan defender las actuaciones del Pontevedra CF lejos de Pasarón.

Ayer por la tarde lo que se vio fue a un grupo de jugadores vestidos de granate de la cabeza a los pies trotando sin sentido en torno a una pelota que se pasó la mayor parte del partido volando entre las nubes de ferrolterra pero en ningún caso a un equipo de fútbol que se pretende serio y que cuenta con un plan medianamente consistente para afrontar un choque de mucha trascendencia.

No es fácil analizar un partido en el que el único recurso utilizado desde el primer minuto al último por el Pontevedra fue enviar balonazos sin sentido desde su propia defensa hacia el otro área sin orden ni concierto convirtiendo el enfrentamiento ante el Somozas en un "pim pam pum" odioso e incomprensible más propio de un partido de benjamines de cualquier escuela deportiva que de un conjunto de 2ª División B.
Ni las características del campo del Somozas, ni el viento ni ninguna otra circunstancia externa pueden justificar el espectáculo impresentable ofrecido por los nuestros que dejaron pasar una oportunidad de oro para sentenciar la clasificación para la fase de ascenso con un margen de seguridad ideal para recuperar a tocados y paliar los efectos de las amonestaciones.

Lejos de asegurar la cuarta plaza, la derrota vuelve a resucitar (quizá en homenaje granate dado el simbolismo católico del día de ayer) por tercera o cuarta vez a una Ponferradina que de tantas veces que se ha levantado de la tumba con la tierra encima va a acabar por limpiarse del todo y enganchar esa serie de victorias consecutivas que aprieten el cuello de los granates hasta el último minuto de la temporada.  
Porque, insisto, a base ofrecer oportunidades a los rivales para que se rehabiliten y se enganchen a la lucha por la cuarta plaza, estos (sobre todo la Ponferradina) acabarán por recoger el guante y ya no resultará tan descabellado que los bercianos se impongan en los cuatro partidos que resten y obliguen al Pontevedra a obtener siete de los doce puntos en juego.
Esta circunstancia, lograr siete de los doce que faltan, no debería ser tan agobiante para nuestro club pues concede todavía margen de error pero sí es efectivamente preocupante porque provoca que no lleguen los seis puntos a disputar en casa y haya que buscar un empate en Boiro o en Mieres y tal y como estamos fuera, empatar en cualquiera de esos campos parece misión harto complicada.

Esto último pensando que o bien bercianos o bien pucelanos hagan el pleno en los cuatro que faltan. A buen seguro que muchos pensarán que no. Que algo se dejaran por el camino. Pero el que esto escribe no está tan seguro que en el caso de la Ponferradina se vuelvan a producir errores cuando otra vez atisban luz al final del túnel.

Volviendo al esperpento de ayer, el Pontevedra redujo su paupérrimo bagaje ofensivo en la primera mitad a una falta bien lanzada por Bonilla rechazada por el portero y a un peligroso remate de Trigo en la jugada subsiguiente a dicha falta.
Eso fue todo lo que hicimos en 45 minutos. En la segunda parte, sólo un lanzamiento de Mouriño ya en el último cuarto de hora y un cabezazo de Mateu sobre la hora acarrearon algo de inquietud a la defensa verdiblanca.
Con tamaño balance en ataque es normal que el el equipo acumule su décimo partido fuera, ¡DECIMO, sin perforar la portería contraria y que la situación como visitante ya se pueda calificar como deficiente.

Si a todo esto unimos nuestra incapacidad para defender el corner que dio origen al gol del encuentro (en el que permitimos tres rebotes dentro del área)  hasta que un jugador coruñés se "vio obligado" a empujarla dentro entonces ya tendremos los ingredientes completos para cocinar una derrota dolorosísima cuyas consecuencias todavía están por ver en las próximas semanas.

Si alucinante por lo desastroso fue el partido jugado por el Pontevedra sobre el césped del Manuel Candocia, igual de triste y asombrosa resultó la actuación del entrenador delante de los micrófonos en rueda de prensa.
Que los jugadores tienen muchísima responsabilidad sobre lo ocurrido en la hierba es una verdad incuestionable pero que Luisito afirme que "hay cosas que son de jugadores y no de entrenador" además de pretender echar casi toda la basura a sus hombres poniéndose él de perfil no se ajusta a lo que se pudo ver a lo largo de los noventa minutos.
Por que es de suponer que durante el tiempo que dura un partido (o por lo menos durante los minutos de descanso) el técnico tuvo tiempo para tratar de tranquilizar o de dotar de más coherencia al plan de juego granate y no lo consiguió; porque los dos primeros cambios que no hicieron más que profundizar en la idea de "patadón y tentetieso" sin orden ni concierto se supone que fueron ordenados por él y lejos de mejorar el panorama contribuyeron a empeorarlo con creces y porque para bien o para mal cuando el equipo gana lo hacen todos (jugadores y cuerpo técnico) pero cuando pierde,incluso dando la pena que se dio ayer, lo hacen también todos desde el primer jugador hasta el último componente de ese cuerpo técnico. 

Estas declaraciones, además del silencio de los mayores representantes del Consejo de Administración que tampoco ayer ante el ridículo efectuado consideraron necesario hablar, pusieron el epílogo a una jornada muy triste para el pontevedresismo que creía que actuaciones como las de ayer (no ya por el resultado sino por la imagen) formaban parte del pasado de la entidad.

Toca ahora mirar para adelante y afrontar el partido con el Coruxo todos unidos ( a ver si es posible tras la "rajada" enorme del entrenador a sus jugadores) y con la afición ejerciendo de revulsivo para lograr tres puntos vitales para mantener la diferencia en la tabla o aumentarla en el caso de que los rivales vuelvan a mostrar la debilidad de las últimas semanas.

No será un partido fácil. La motivación exhibida por el Somozas ayer cuando aparentemente ya sólo se jugaban el honor tiene que servir de aviso más que suficiente para recibir al Coruxo con el cuchillo entre los dientes y con la clara actitud de desagraviar a la afición del patético encuentro jugado ayer.

Esa afición, que nunca falla y nunca se rinde, volverá a estar con el equipo y le ayudará como siempre a superar a un rival que ya tiene casi todo hecho esta temporada.

Hay que ganar por lo civil o por lo criminal. Sí, ya sé que el cuarto puesto no es una obligación pero una cosa es eso y otra entregarlo de forma absurda cuando ya lo teníamos entre los dedos.
    

   

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