lunes, 6 de febrero de 2017

De humillaciones futbolísticas, dolorosas ovaciones y agoreros por doquier

No esperaba ni de lejos que el Pontevedra CF recibiera la indiscutible humillación deportiva propinada ayer por el Celta de Vigo B.
Lo anterior no quiere decir que no esperase un partido tremendamente complicado en el que solo una gran versión granate podría propiciar que el resultado cayera a nuestro favor.

Pero el desastre colectivo en defensa, la imagen de impotencia absoluta tras el primer gol celeste y el paseo triunfal del filial en el Estadio Municipal de Pasarón eran acontecimientos que jamás hubiera imaginado viendo el rendimiento que hasta ahora había ofrecido el equipo en casa.

Si hace quince días el Racing de Santander consiguió llevarse los tres puntos tras la disputa de un encuentro jugado a cara de perro y con un Pontevedra respondón a la par que cohesionado sobre el terreno de juego, lo de ayer fue un pim pam pum injustificable que pudo todavía ser más duro si los atacantes vigueses hubieran estado acertados en las tres o cuatro ocasiones claras de gol de las que disfrutaron en la segunda parte.
El partido entendido como una contienda en la que dos equipos compiten por un resultado duró hasta ese minuto veinte en el que el colegiado decidió señalar un penalti que casi nadie vio con claridad salvo el entrenador granate que sorprendentemente afirmó haberlo apreciado casi con seguridad desde el banquillo.
No es que antes de la pena máxima el Pontevedra hubiera estado mejor que su rival ya que sufrió en defensa desde el minuto 1 pero por lo menos tocaba con cierto sentido en campo vigués e incluso gozó de una oportunidad en botas del único jugador (quizá junto al portero) cuya actuación podría salvarse del suspenso general, Alex González.
Pero tras el 0-1 el vendaval céltico descargó con toda su intensidad sobre el área pontevedresa en especial con ráfagas inmisericordes de viento sobre el flanco derecho defensivo granate por el que Miguel Loureiro trataba de agarrarse al palo mayor de la nave con uñas y dientes pese a la nula capacidad de ayuda de sus compañeros para tapar semejante estropicio defensivo.

Por ahí llegó la jugada previa al corner en el que se produjo el penalty. Por ahí llegó la jugada del 0-2 y también por ahí se gestó el tercer tanto del Celta B.
Fueron veinticinco minutos injustificables en los que ni la potencia del contrario, ni las bajas, ni nada por el estilo pueden explicar el desplome integral del Pontevedra CF que dejó de ser ese equipo seguro al que es dificil hacerle goles para parecerse a una marioneta en manos de un equipo que en ocasiones "chuleó" de manera lamentable a los jugadores granates.    

La segunda parte sobró por completo. De entrada sorprendió y mucho a este bloguero la cerrada ovación con la que fue recibido el Pontevedra al  volver al campo desde los vestuarios.
Lo fácil, lo populista (ya que ahora se pronuncia tanto esta palabra) sería decir que la afición fiel como ninguna quería levantar el ánimo de unos jugadores dispuestos a lavar esa lamentable imagen en la segunda parte. 
Pero lo cierto es que no pude evitar pensar (dentro del inmenso respeto que tengo por todas las reacciones de la grada que es soberana) que había hecho el Pontevedra CF para merecer los aplausos de su gente tras ser humillado como nunca por el filial del equipo de Vigo y cosechar un resultado que iba camino de formar parte de la historia negra del club tan nutrida en los últimos tiempos de lamparones sonrojantes.

Ni pasar a jugar con defensa de tres dejando a Eneko Eizmendi en el vestuario pasando Trigo atrás y ocupando Alex Fernández su posición en el medio, ni la buena posibilidad de gol disfrutada de nuevo por Alex González a los cinco minutos de la reanudación lograron cambiar la desastrosa dinámica del encuentro.
Fue una segunda parte jugada al tran tran por el Celta B que cada vez que quería salía de la cueva para plantarse en superioridad en área granate llegando a generar tres o cuatro opciones pintiparadas para marcar evitadas ya por Edu Sousa ya por la falta de puntería de sus jugadores. 

El Pontevedra lo intentaba, sus jugadores le ponían empeño y esfuerzo pues ninguna muestra de indolencia se vio ayer sobre el terreno de juego pero la impotencia era supina y no hacía más que echar más leña al bochorno en el que por lo menos para el que esto escribe se había convertido el choque.

El partido se fue consumiendo entre el desacierto granate y los detalles nada edificantes en forma de absurdas pérdidas de tiempo dado el resultado protagonizadas por varios de los jugadores del filial del Celta. Al hilo de esta última cuestión, es triste observar como un jugador de la talla futbolística de Borja Iglesias que ayer minimizó a Portela hasta límites insospechados no es capaz de sustraerse a la moda de los jugadores que no saben celebrar los goles sin meter los dedos en los ojos a la afición contraria. Su reacción tras la transformación del penalti resultó en ese sentido decepcionante.

Y con el pitido final llegó la segunda dolorosa ovación de la tarde noche. 

El público granate (cuando digo público no me refiero en este caso solamente al fondo norte sino a los aficionados de las cuatro gradas) despidieron a su equipo con una cerrada ovación que a estas horas todavía no logro explicarme.

Como ya he dicho en otras ocasiones ya somos desafortunadamente solo "cuatro" los que vemos una especial rivalidad en los partidos jugados contra el filial de ayer y por supuesto contra el primer equipo en las pocas ocasiones en las que nos hemos podido enfrentar en los últimos tiempos.

Somos, como decía, muy pocos los que pedimos al equipo un plus el día que se juega contra el Celta pero es que además ayer no solo se perdió contra ese equipo sino que se salió goleado de forma rayana en la verguenza y sin dar ni por asomo la mejor versión que sabemos nuestro Pontevedra 16/17 puede ofrecer.   

Como ya he dicho más arriba, máximo respeto a los pronunciamientos de una afición de la que formo parte y que consideró necesario aplaudir al equipo al final del partido jugado ayer pero si no entendí los aplausos al descanso mucho menos comprendí los aplausos al final.
Si después de palmar 0-4 contra el Celta B pudiendo incluso ser más abultado el marcador el equipo merece esa recompensa es que el cambio generacional de la parroquia granate está punto de ser culminado no sé realmente si para bien.

Leeremos y escucharemos ahora múltiples voces que dirán que el Celta B es tan fuerte como el Milán de Sacchi o para los más jóvenes como el Barcelona de Guardiola pero lo cierto es que siendo un extraordinario conjunto el dirigido por Alejandro Menéndez lo es de 2ª División B y me cuesta mucho justificar el baño antológico de ayer en Pasarón  sólo basándome en la fortaleza del rival.

Leeremos y escucharemos también a mucha gente opinar que estaba cantado; que como demonios estaba el Pontevedra arriba con esa plantilla formada por jugadores cedidos hace nada a equipos de regional y demás; que el potencial económico de la mitad de los equipos del grupo supera al nuestro etc etc.

Todo eso está muy bien e incluso la mayoría de los argumentos se corresponden con la verdad. Pero esa mismas voces se olvidarán de que los puntos que hasta ahora ha cosechado el Pontevedra han sido fruto del trabajo, del saber estar y de plasmar una superioridad sobre los contrarios.

Que una primera vuelta tan importante en especial en casa no puede dilapidarse sin luchar con todas las fuerzas para amarrarse a un cuarto puesto que no es fruto de la casualidad y que se ha conseguido luchando contra esos equipos como la Ponferradina que ahora parecen el monstruo de la famosa película que viene a vernos acercándose poquito a poquito.

Yo creo en este equipo. Igual que opino que lo de ayer es un mazazo humillante y directo a nuestro orgullo, creo firmemente en este equipo.

Un equipo que se recuperó casi sin cicatriz de la baja de Alegre y un equipo que está notando (decir lo contrario sería mentir) la baja de Mario Barco pero que hasta ayer seguía compitiendo con diligencia a pesar de la baja de su goleador. 
Pero el Pontevedra no perdió ayer por la ausencia del gran delantero cedido por el Lugo. Ayer se perdió por las vías de agua  evidentes sufridas en el sistema defensivo que llevaron al encuentro a ese escenario pavoroso para nuestros intereses.

Ahora bien, humillados ayer, la plantilla y cuerpo técnico no pueden caer en ningún caso en el desaliento. 
El cuarto a día de hoy sigue siendo el Pontevedra CF y pesar de esa desventaja económica que no niego el equipo tiene argumentos y capacidad para recuperar el orgullo y no claudicar tan fácil de una posición ganada gracias a este mismo grupo que ayer no estuvo a la altura pero que no debe rendirse nunca.
No tendremos todavía a Barco pero para Izarra volverá Presa y supongo que Añon. Es un campo muy complicado y la trayectoria fuera desde el comienzo de Liga no es buena. 

Pero igual que me sorprendió y mucho la paupérrima imagen de ayer sería deseable que el equipo empezara a recomponerse soltando un gran partido en Navarra y comunicarle a los rivales que lo que tanto trabajo ha costado ganar no se entregará con tanta facilidad.

Del equipo depende que ese orgullo destrozado a machetadas ayer por el Celta B se reconstruya cuanto antes en forma de victorias que den la razón a los que todavía creemos en que es posible superar las expectativas generadas en verano. 

      



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