lunes, 26 de octubre de 2015

De un equipo encabritado, un colega ilusionado y un chófer muy aliviado

Hace apenas cuatro jornadas de liga o lo que es lo mismo un mes de competición, el Pontevedra CF terminaba su partido en A Malata derrotado, triste y apesadumbrado después de disputar otro partido feo pero igualado lejos de Pasaron y que dejaba al equipo muy abajo en la tabla clasificatoria.

Lo peor de aquel encuentro, a mi juicio, fueron los últimos diez o quince minutos. Aún siendo casi desastrosa la primera parte jugada en Ferrol, ese último tramo del encuentro ya con el marcador en contra en el que pudimos ver a un Pontevedra incapaz siquiera de aproximarse al área me causó (además de mucha preocupación)  una impotencia considerable al presenciar por la pequeña pantalla un conjunto granate sin capacidad de reacción y resignado ante los acontecimientos.

Pero como ya decía a finales de los setenta el ya desaparecido Vujadin Boskov "fútbol es fútbol", o lo que es lo mismo, tratar de analizar o futurizar sobre este maravilloso deporte puede resultar interesante y atractivo para aquellos a los que nos gusta el balompié pero lo que resulta cada vez más claro es que esos análisis no podrán jamás con el componente de impredecibilidad y sorpresa que sin lugar a dudas contiene este juego.

Sí es verdad que en los partidos de casa el Pontevedra CF desde que esta liga ha comenzado se ha mostrado como un equipo agresivo, decidido y hasta valiente en casi todos los partidos. Pero tan claro resulta eso como que lejos de Pasarón nos habíamos mostrado casi siempre algo timoratos y como encogidos ante la sucesión de derrotas que se nos venía encima y que ya comenzara en los partidos de play off de ascenso de la pasada campaña.

Tras el "derby" de A Malata, llegó el Coruxo y el Pontevedra no sólo continuó bien en casa sino que en la segunda parte disputó muchos minutos a un gran nivel futbolístico y de acierto que encandiló a su gente. Y dos semanas más tarde trastabilló en la primera parte frente al At Astorga pero volvió a mostrarse semi arrollador en esa segunda mitad en la que remontó al final el choque.

Esos dos duelos en casa quizá sorprendió para bien el equipo no por la fortaleza o esa decisión antes aludida que ya había mostrado en su debut frente al Guijuelo sino por conseguir hilvanar grandes y bastantes minutos de buen juego que no fueron demasiado habituales la temporada anterior y que al combinarse con el acierto de cara al marco no pudieron sino traducirse en puntos valiosos para el casillero.

Ahora bien, lo que sí ha sorprendido y mucho a casi todo el mundo fueron esos dos encuentros disputados fuera de casa en este mes de competición y que también han terminado con victorias que completan una serie de cuatro seguidas y que han provocado que el Pontevedra se haya situado quinto en la clasificación.

Del partido jugado en Santander ya se ha hablado suficientemente. El Pontevedra ganó y ganó bien logrando por fin ese equilibrio entre un buen sistema defensivo que ha exhibido casi siempre y un poder ofensivo como visitante que hasta ese día parecía haberse evaporado en torno al conjunto granate.

Y así llegó el partido frente al Arandina disputado ayer y del que (siempre con el componente temerario que sin duda contiene el hablar de un encuentro del que sólo se ha seguido la retransmisión radiofónica) parece que el Pontevedra volvió a sorprender para bien en ataque pero también para mal en defensa lo que realmente constituye noticia.

Tengo que reconocer que cuando en la última jugada antes del descanso se consiguió el 0-2 me relamí ante la certeza de haber conseguido una nueva victoria. Ese Pontevedra seguro y concentrado atrás creí que en ningún caso dejaría escapar esa ventaja y aunque sufriendo, faltaría más, esos dos goles bastarían para ganar en Aranda.

Pero "fútbol es fútbol" y me equivoqué o me caí con todo el equipo. Ese gol al principio de la segunda parte en un balón parado apretó el partido pero tras la expulsión del jugador local volví a verme  "dueño" de los tres puntos sin discusión. El jarro de agua fría con ese empate a dos en otra jugada de estrategia fue un mazazo y me extrañó mucho. Es cierto que el Pontevedra no es un equipo con mucha envergadura y que en algún partido en casa (Tudelano, sobre todo, e incluso Astorga) ya se sufrió algo en se lance del juego pero a fuer de ser sinceros no esperaba encajar dos goles de esa forma.

Pero he aquí que el equipo al parecer se recompuso y supongo que ayudado por la superioridad numérica y la medio lesión de otro jugador burgalés se fue arriba algo encabritado para intentar ganar el partido. Bien es verdad que por lo menos por lo escuchado por la radio también se pudo perder pero lo cierto es que en ese último instante se produjo otra arrancada de fuerza de ese motor desbocado que se llama Kevin Presa y que casi sobre la línea de gol remachó Carnero en el 2-3. Si hubiera estado en el campo estoy seguro que tras tocar el delantero vigués la pelota mi mirada se dirigiría de inmediato al portador del fatídico banderín y al ver que tras un leve frenazo cambiaba de dirección y corría hasta medio campo el grito de júbilo habría sido el mismo que no pude evitar en el salón de mi casa y que sobresaltó a mi pequeño hijo que me miró con una expresión de susto que propicio que le abrazara con fuerza y le dijera que no se preocupara que su padre está como una cabra de monte.

Pero no podemos olvidar tampoco otro efecto secundario de esa victoria (o mejor dicho de esa"no derrota") en la villa de Aranda.
Luisito que raro es el día que no deja un par de titulares en sala de prensa reconoció ni corto ni perezoso que de haber perdido el partido se "habría tirado en marcha del autobús " en el viaje de vuelta. Ante esa afirmación pronunciada con la rotundidad clásica del técnico de Teo me cuentan que el chófer del vehículo enterado de la circunstancia demoró diez minutos la salida para tomarse un par de tilas y dar las gracias a lo que exista allá arriba tras las nubes( si es que existe algo, no se me enfaden los ateos) por verse liberado de tal "embolado" pues conociendo la terquedad y perseverancia del entrenador habría resultado harto complicado permanecer con las puertas cerradas durante todo el camino.

Y con estas victorias seguidas y este ascenso imparable en la clasificación que sólo puede venir acompañada por la prudencia y la moderación dentro del grupo pero que disparan la ilusión y la esperanza fuera del mismo (eso no sólo pasa aquí sino en todas partes) ya se ha puesto en contacto conmigo un querido amigo para anunciarme que el Sábado tendré el honor de contar con su compañía en la grada de Tribuna. Ese amigo que por cierto celebra hoy su cumpleaños y al que felicito nuevamente a través de este escrito es un fiel diapasón de la ilusión que el equipo despierta en la ciudad. Si se queda en casa y ve los partidos por la tele o los escucha por la radio es que su ánimo está acorde con el del equipo, bajo y destemplado. Si acude a Pasarón pero a preferencia, como hace quince días, es que la cosa mejora y ve que existe equipo y que algo se puede conseguir pero es que si ya viene a Tribuna es que sus ojos ya han cogido esa ola de ilusión y sus dientes han adquirido el afilamiento necesario para que el Pontevedra destroce a su rival (en este caso el Logroñés) y vuelva a darnos una alegría de las buenas.

Ojalá muchas más personas como mi amigo coincidan en el diagnóstico y acudan al estadio el Sábado a las 20.30 h para dotar de un mayor colorido al ex vetusto que ya frente al At. Astorga recobró algo de color en sus mejillas.       

    

               

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